Cafés con piernas

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La seducción de estos cafés van más allá del aroma que emana de la taza o del sabor amargo de los brebajes. Ahí el placer llega también por los ojos. No son un lugar común. Son atendidos por lindas chicas de vestido corto y escote largo.

Los tacones estilizan sus piernas y hacen más sensual el de por si ya gusto de tomar una taza de café caliente. Por eso los llaman cafés con piernas.



Estos sitios son un concepto muy propio de Chile. Los hay en todo el país. pero sobre todo en Santiago. Quien quiera conocer realmente esta ciudad desde dentro y más allá de lo que recomiendan los mapas, debe entrar a uno.

Hasta ellos llegan los santiaguinos para tomar un chocolate con o sin leche, un expresso, un jarabe de vainilla o un té. Casi todos están entre las estaciones Plaza de Armas o Santa Ana. El más conocido es el Café Haití, con 55 años de antiguedad. Es uno de los más “soft” y abiertos a todo público.

El atractivo de sus meseras es una razón para que los hombres se acerquen a este sitio, aunque también entran mujeres y alguno que otro extranjero.

Los clientes llegan en búsqueda de un rato de compañía y buscan la charla con las complacientes meseras que los saludas con afable beso. Muchos otros solo observan. Se les ve callados y con la mirada perdida, aunque en realidad tratan de observar de reojo el atractivo visual que les pregunta si desean algo más de tomar.

Pero hay otros cafés menos “públicos”. En ellos se venden también bebidas para contrarrestar el frío desde muy temprano.

Las meseras andan en los pasillos con muy poca ropa. Los varones llegan y esperan con ansias el “minuto feliz” (que quizás les parezcan segundos) en el que las chicas se quitan la ropa frente a ellos. Esta práctica la hizo popular el café Barón Rojo, que se hace llamar el más popular del planeta.





Con la perspectiva de atraer a clientes con esta “técnica” han surgido cientos locales de este tipo en los que degustar un buen café quedó en segundo plano. Y en donde el placer está en la piel.

Muchos de ellos abren cerca de las 10 de la mañana y cierran al anochecer y no venden alcohol sino jugos y tés.

Es fácil reconocerlos por sus marquesinas de luces rojas o de neón.
Como sea, adentrarse en este submundo santiaguino es una forma distinta de conocer la ciudad a pocos metros del Metro.

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